Por Julio Castillo Sagarzazu
Cuando el conductor se equivoca y toma una vía distinta a la que indica el GPS, el dispositivo suele alertarlo y se escucha la frase: “recalculando…”. Es señal de que vendrán nuevas señales para retomar la vía.
Las fuerzas democráticas venezolanas deben recalcular su estrategia para enfrentar al oficialismo, una vez que se ha metido por meandros que ha debido evitar. No leímos bien el GPS.
Este “recalculo” debería llevar un desplazamiento del eje de la política que se ha venido desarrollando en los últimos meses. Pareciera importante y más útil, igualmente, encontrar esa ruta mirando más por el parabrisas, que perdiendo el tiempo haciéndolo por el retrovisor.
Hay dos elementos nuevos que deberían considerarse: Por una parte, esta el parteaguas de las fuerzas opositoras que ha supuesto la eliminación del gobierno interino y por la otra, la irrupción notable de una nueva oleada masiva de protestas y de presencia en la calle, que no se veía desde los días de entusiasmo que siguieron a la proclamación de Guaido.
Sobre la primera no hay mucho que decir. Ha quedado patente que la oposición que venia actuando en conjunto en la llamada plataforma unitaria, ya no lo esta formalmente. De esa experiencia queda únicamente la Comisión de Primarias que se constituye, de facto, en la única instancia que conecta a estas fuerzas y que tendrá la delicada misión de mantenerlas unidas, al menos, para concretar la realización de ese proceso tan importante para mantener una cierta homogeneidad de fuerza frente al gobierno de Maduro.
Sobre la segunda, si pareciera necesario detenerse a tratar de desentrañar la naturaleza y los rasgos novedosos de esta oleada de movilizaciones que han sacudido al país en estos últimos días.
A ese respecto, no deja de ser paradójico que se recupere esta capacidad de movilización, justamente, en el momento de esta severa crisis de la elite opositora. Este hecho, lo que pareciera sugerir es que el contagio no se ha producido porque entre la dirigencia social y gremial y la política, hay la suficiente “distancia social” para no haberse contaminado. En cualquier caso, lo que se debe deducir de esto, es que esa falencia debe ser superada, porque este divorcio solo hará más compleja la salida de la crisis y el cambio político en el país.
¿Por qué es necesario resolver este problema? Pues porque como bien lo señalaba el manual leninista, el ¿Qué Hacer?: “El movimiento obrero dejado en su expresión espontanea, solo genera “tradeunionismo”. En latín vulgar, lo que esto quiere decir es que el movimiento social, dejado su libre albedrio, lo tiene demasiado difícil para lograr un cambio político.
Este desafío es de capital importancia. Sin manipular las movilizaciones, sin instrumentalizarlas y sin pretender usurpar su dirección natural, las fuerzas democráticas, deben encontrar el mecanismo para darle profundidad, estrategia y direccionalidad a las reacciones espontaneas y a las que están siendo conducidas por los lideres naturales de gremios, sindicatos y comunidades.
Para ello es indispensable regresar a cultivar la relación con la gente de carne y hueso; hacer una labor de caza talentos, para identificar a los mejores dirigentes y para organizar esta vanguardia detrás de un plan político y social claro y que apunte al cambio. Dicho de otra manera: Hay que apartarse un poco del WhatsApp y el Instagram y sumergirse barrio y gremio adentro, al encuentro de la gente.
Es, en este momento, en el que hay que regresar al tema de las primarias y volver a señalar que este proceso debe conseguir un punto de encuentro con la movilización social. Un viraje audaz, junto a una generosidad, humildad y capacidad de comprender que hay liderazgos surgiendo, es una iniciativa necesaria hoy en día. De esa sinergia, dependerá mucho el futuro democrático de Venezuela.
Hay que recalcular la ruta. Es la única manera de avanzar.