Por Julio Castillo Sagarzazu
Un fantasma recorre el país. El fantasma de la no realización de las primarias. En la nota de la semana pasada dábamos cuenta de que la prioridad número uno del régimen de Maduro es impedir a cualquier costa que se realicen unas primarias exitosas en la oposición.
Referíamos que una de las principales bazas a jugar estaba en la eventualidad de que el TSJ argumentara cualquier “quítame esta paja” para colocar a las primarias “fuera de la ley” y hacer titánica su organización. Pues, lo que ha trascendido esta semana es que se prepara una decisión contra los reglamentos aprobados por la CNP.
En efecto, una sentencia declarando ilegal el proceso pondría cuesta arriba a cualquier ciudadano poder ayudar en su logística; daría argumentos “legales” a la paralización de la campaña; encerraría a los candidatos en sus casas y de hecho “inhabilitaría” a todos los ciudadanos para su participación en actos; eventos o cualquier acto de apoyo a candidatos o partidos que se mantengan en la pelea.
Estaríamos en presencia de una Nicaragua “light” y con unas “primarias de la oposición” ordenadas y modeladas por el gobierno.
Si ese día llega (ojalá que no) cada quien tendrá que escoger su campo y cada quien deberá asumir su responsabilidad ante el país.
Ahora bien, esa es una actitud previsible del régimen. Lo que valdría la pena preguntarse y, con ello, renovamos la interrogante de la semana pasada: ¿Qué se supone que debemos hacer? ¿Deberíamos acatar una intromisión grosera del régimen, por mas TSJ que lo diga? En principio, si se produce un desaguisado como ese, pues habría naturalmente que acudir a todas las instancias nacionales e internacionales para que no se aplique, pero mientas se recurre a todas las instancias legales, habrá que seguir en la calle dando la pelea.
Las primarias son, efectivamente, un acto para escoger una opción y un liderazgo, pero también deberían ser un acto de rebelión cívica y democrática, una revolución del rescate del valor del voto y un mecanismo de movilización de las reservas morales y políticas de los ciudadanos.
Si todo esto ocurre, se nos vendrá encima una decisión importante. Habrá que pensarlo con cabeza fría, con aplomo, pensando siempre en que hay que proteger la pequeña puerta que se está abriendo en la esperanza del venezolano de a pie.
Si toda la amenaza se disipa, si el gobierno no se siente lo suficientemente fuerte para dar este zarpazo, pues entonces, alegrémonos de ello y continuemos, hasta el final, con pie firme hasta el 22 de octubre cuando escogeremos a quien derrotara a Maduro el 2024.