Por Julio Castillo Sagarzazu
No es un hecho menor que el cartel, con el que las bravas mujeres de Corozo Pando respondan al del Seniat, exhiba la palabra Libertad como la rúbrica de su acto de rebeldía civil.
De acuerdo con las más pacíficas y aceptadas ideas de la lucha política, los pueblos llegan a ideas abstractas como la libertad, para hacer de ellas una bandera de lucha, cuando han transitado el camino de la brega por sus reivindicaciones materiales y han llegado a la conclusión de que no es posible cambiar su situación de vida, sino con un cambio político.
¿Como es entonces posible que una venta de empanadas, llano adentro, haya sido el sitio en donde se da ese salto de gigante por sobre todas las verdades de manual, para hacer de la libertad, una causa de la gente común?
Hay material para la especulación y para que los teóricos y analistas se den banquete.
Lo cierto del caso es que hay un detonante emocional que se está disparando con una asiduidad y con una intensidad, pocas veces vista en la historia política nacional. Es el que ocurre cuando MCM se mete pueblo adentro entre la gente, atravesando caseríos, caños y se despierta el fervor popular. Es en esa nueva realidad, como consignas como libertad, democracia y cambio se convierten en carteles y gritos de nuestra gente de a pie, de trabajadores, de amas de casa y de niños y adolescentes, a lo largo y ancho del país.
La pregunta pertinente es: ¿Cómo ha ocurrido esto? Y la respuesta es muy sencilla: Viene de una correcta lectura sobre las expectativas y los anhelos de los venezolanos.
Veamos: tenemos una situación de ruina social y veníamos de una decepción del liderazgo nacional para salir de ella. El mundo del chavismo desencantado por el no cumplimiento de las promesas originales de redención social y el mundo opositor por la incapacidad de que su liderazgo derrotara al chavismo.
Todos los estudios de opinión corroboraban este fenómeno. Un inmenso porcentaje de la población no se identificaba con ninguno de los dos bloques. El señor “ninguno” lideraba todas las preferencias.
En la interpretación de esta realidad es “donde está mi Dios sentado”. Una parte importante de la dirigencia opositora dijo: “Si la gente no quiere ninguno de los dos polos, entonces yo me pongo en el centro para absorber de los dos” ¡CRASO ERROR! (mayúsculas ex profeso) Este sector no interpreto que lo que la mayoría de nuestros compatriotas estaba pidiendo no es que el liderazgo se pusiera en el centro, sino que estuviera radicalmente, en las antípodas, de lo que este gobierno estaba ocasionando en el deterioro de su calidad de vida.
Por eso, cuando MCM aparece como una opción para competir por el liderazgo y asume las primarias como un mecanismo para dirimir esta cuestión, el señor “Ninguno”, empieza a derrumbarse en favor de la alternativa que ella representa.
Ese centro, del que es tan piadosamente devoto alguna oposición, ha quedado convertido en polvo. Todos los partidarios de poner la otra mejilla, en lugar de seguir el consejo de Juan Pablo II: “No tengáis Miedo”, han quedado de un lado. Igualmente, todos aquellos que daban este proceso como perdido y decían que lo que había que hacer era esperar el 2030, y argumentaba con José Alfredo Jiménez, “que no hay que llegar primero, sino que hay que saber llegar”, han quedado sin discurso.
A estas alturas del partido, el país está de nuevo polarizado, pero no 50/50, como hace años, sino 80/20, en favor de un cambio. Es ese 80% el que ha hecho el link impresionante entre sus necesidades materiales y la necesidad de un cambio de régimen para lograrlas. Es el clic que hicieron las empanaderas de Corozo Pando y que está haciendo todo el país.
Ese es el link que ha hecho renacer una palabra clave para ejercer el liderazgo político que es la CONFIANZA (de nuevo, mayúsculas ex profeso) y que ha obrado la proeza, que hace días parecía imposible para el más locuaz y estridente de nuestros encuestadores, de traspasar la popularidad de MCM hacia Edmundo González.
Todos los venezolanos queremos obviamente una transición pacífica y negociada entre quienes tienen la fuerza objetiva. Aquí nadie quiere ni puede aniquilar a su contario. Queremos un país en el que todos tengamos derecho a expresarnos, pero para que eso ocurra hay que ganar el 28 de julio y para ganar hay que cuidar los votos.
Montar una inmensa y poderosa maquinaria de control electoral, será la mejor observación que se haya hecho de proceso alguno.
Si hacemos esto, podremos colgar en todo el país, el cartelito de Corozo Pando: Libertad.