Por: Julio Castillo Sagarzazu
La evolución del ser humano ha sido prodigiosa, la manera como se han organizado las proteínas ha dado lugar a un individuo que puede mascar chicle y caminar, al mismo tiempo.
Un dirigente opositor venezolano es lo que debería hacer en este momento. ¿Por qué? Pues porque todos hemos sido testigos de una realidad apabullante los últimos días. Mientras los dirigentes de las fuerzas democráticas se devanaban los sesos sobre cómo hacer para presentar una candidatura unitaria (que no única) al eventual `proceso electoral que se avecina, los funcionarios públicos, los docentes, los trabajadores de la salud, respondieron contundentemente al despropósito y a la provocación que significo tratar de rebanar su bono vacacional en 4 toletes, uno de los cuales se cobraría el año próximo.
Esa respuesta fue contundente. Quizás no en la magnitud de otros momentos, pero sin duda, en la justeza, en la ira que provoco y, algo muy peligrosos para cualquier régimen, en las grietas que abrió en su propio frente.
Las llamadas salas situacionales del régimen han debido captar, con sus sensores de profundidad, que estos pequeños movimientos telúricos, estaban provocando desplazamientos de energía y moviendo capas tectónicas mas profundas. Conclusión: Optaron por abrir las válvulas de presión y aceptar los pedidos de los manifestantes en las calles. Manifestantes que, por cierto, no habían sido convocados por los partidos, sino por sus organismos sindicales de base (que no estaban muertos, estaban de parranda) Al parecer, no quisieron arriesgarse a que el movimiento tomara fuerza. La decisión de reconocer el bono vacacional completo y echar por tierra la recomendación de los “expertos” del BCV de darlo a cuentagotas, fue aconsejada por el miedo y el temor a lo desconocido.
No siempre es bueno jurungar a un oso salvaje que hiberna.
Pues bien, como resultado de estas jornadas, allí siguen las fuerzas intactas que no lograron desmoralizar y allí sigue su vanguardia sindical y social, sacando cuentas de como enfrentaran esta etapa de depauperación que ha provocado la subida del dólar y el estallido de la inflación que, en 72 horas, nos hizo el doble de pobres de un solo tirón.
El librito de la política dice que un liderazgo que aspire a dirigir los acontecimientos de debería acompañar esta movilización social, sin usurpar la dirigencia natural; organizando su vanguardia y repetir sin cesar que, para superar la penuria, hay que hacer el “link” con la necesidad del cambio político. Desafortunadamente, esto no se hace en Twitter o en Instagram, ni por los grupos de WhatsApp. Esta es una tarea analógica y no digital, personal, de empatía y que cultive la cercanía con la gente y reconstruya la confianza.
Todo lo señalado es la parte que tiene que ver con mascar chicle. Con la de caminar, al mismo tiempo, tiene que ver con la necesidad de que las fuerzas democráticas continúen dando forma al proceso para la selección de una dirección política legitimada; un programa electoral creíble y un candidato unitario (que no único) que liderice esta etapa.
Para ello es indispensable determinar una fecha; escoger al equipo de personalidades que organizará y regulará el proceso; establecer las condiciones de participación de los venezolanos fuera del país y salir al encuentro de los venezolanos que hoy vuelven a dar señales de querer luchar por sus derechos y por recuperar al país para el progreso y la democracia.
Tampoco es una de las tareas de Hércules.
¡Si queremos, podemos!