La historia ha evidenciado que cuestionar o publicar contenido “inadecuado” sobre el islam, independientemente de que sea en obras de ficción, resulta extremadamente peligroso. Para los musulmanes radicales no hay medias tintas y todo aquel considerado enemigo de su religión, se convierte automáticamente en objetivo de muerte, por lo que muchos optan por la prudencia al abordar estos tópicos.
Traigo a colación el tema por el atentado perpetuado recientemente en Nueva York contra el escritor Salman Rushdie, autor de la aclamada y polémica novela “Los versos satánicos”, publicada en 1988. En la obra, un personaje que bien podría ser Mahoma se equivocó en la interpretación divina de versos coránicos cuyos contenidos son cruciales en el desarrollo de la trama. La novela se vendió como pan caliente, tuvo muy buena crítica en Occidente, recibió importantes premios en Gran Bretaña y le valió al autor la condena de muerte por parte del ayatolá y líder supremo iraní para la época, Ruhollah Khomeini.
Desde entonces, todos los involucrados en la publicación del libro estuvieron bajo amenaza. El ayatolá pidió a los musulmanes de todo el mundo, a ejecutar a toda persona que tuviese conexiones con “Los versos satánicos”. En 1991, el traductor de la obra al japonés, Hitoshi Igarashi, fue encontrado muerto con múltiples puñaladas, muy cerca de su oficina, en una universidad ubicada en Tokio. El asesinato se cometió a semanas de un segundo exhorto a matar, esta vez hecho por el ayatola Ali Khamenei, quien ofreció una recompensa de 3 millones de dólares. Se sospecha que el homicidio fue causado por la Guardia Revolucionaria iraní.
Otros desafortunados episodios ocurrieron posteriormente. Ettore Capriolo, traductor al italiano, sobrevivió a un ataque en Milán el 3 de julio de 1991. Igualmente, en 1993, William Nygaard, editor noruego de Rushdie, sobrevivió a un intento de asesinato. El más reciente, tuvo lugar en el estado de Nueva York el pasado 12 de agosto contra el mismo autor. Un joven subió a la tarima donde Rushdie estaba por dictar una conferencia y, propinó sendas puñaladas en el cuello y abdomen. El escritor superó los momentos más complicados y recientemente le fue retirado el respirador.
El caso pone sobre el tapete el debate sobre la intolerancia, la discusión sobre textos sagrados, el respeto a determinadas creencias y la legalidad, en un mundo cada vez más multicultural, de los llamados a asesinar por parte de líderes fundamentalistas musulmanes, quienes pretenden expandir su fe y cuestionar -y sancionar- constantemente a quienes nos conectamos de maneras distintas con nuestras deidades o, desde el ateísmo interpelan lo religioso y lo político. Indiscutiblemente, seguir leyendo e interpretando los fenómenos sociales desde los ojos de la religión, nos llevará por abismos mucho más profundos que los actuales, en donde ciertas sensibilidades extremas, limitan la libertad de expresión y el derecho a vivir la fe como nos venga en gana.
Tomado de El Carabobeño