Por Ramón Guillermo Aveledo
República Dominicana que mantiene una democracia estable por décadas, cuyas elecciones son cada vez más transparentes según analista de la agencia France Presse, ha reelegido a Luis Abenader como Presidente de la República, la alianza política que lo respalda, encabezada por su Partido Revolucionario Moderno, gana amplia mayoría en ambas cámaras del Congreso. The Economist la prestigiosa revista británica, ha titulado su información “Popularidad sin populismo”. Es refrescante, por inusual, que un pequeño país latinoamericano sea noticia por los buenos motivos.
Una larga dictadura corrupta y cruel hasta inicios de los sesentas, una guerra civil y una invasión extranjera en seguida y luego una democracia con carencias inocultables bajo el singular liderazgo del extraño talento de Balaguer. En su hora, me impresionaron el carisma del fallecido Peña Gómez y la visión clara y contemporánea de Leonel Fernández.
Con problemas por resolver, principalmente relativos a la desigualdad y la corrupción, la política dominicana ha avanzado y estimulado el progreso de la nación toda, alrededor de dos consensos. Uno es la democracia, como orden para el funcionamiento libre de la sociedad y su relación con la institucionalidad pública. El otro es la economía de mercado como sistema para la producción de bienes y servicios, la promoción de inversiones, cuyo fin es la satisfacción de las necesidades humanas. Democracia y economía de mercado requieren de legalidad efectiva y de un liderazgo atento a las reformas que hagan falta. El “estrecho corredor” de Acemoglu y Robinson entre un Estado y una sociedad civil fuertes.
Abinader recibió una economía fuerte y en crecimiento, con mejoramiento en los niveles de vida y ha sido cuidadoso en mantener en marcha lo positivo y prestar atención, con prudencia y sentido de oportunidad a los problemas que surgen, el más preocupante es la inflación, cuyo 3.99% es, sin embargo, incomparable con los altísimos niveles de la venezolana, la argentina o la haitiana, su conflictivo vecino hoy ingobernable, de donde le llegan miles de desesperados migrantes. La inseguridad es un desafío creciente para el gobierno. El clientelismo en el sector público sigue siendo una cuestión que si bien no resta popularidad al gobernante, puede generar serios inconvenientes a futuro.
Ningún país puede presumir de perfecto y ciertamente tampoco la República Dominicana, pueblo amigo con el que tenemos muchas afinidades, pero los resultados están a la vista y puede afirmarse que hasta ahora, la suya ha sido una historia de éxito que vale la pena mirar con la curiosa humildad de quienes tienen mucho qué aprender.
Artículo tomado de El Carabobeño