Por Luis Alonso Hernández
Recientemente participamos como speakers en la tercera edición del TEDx Parque Casupo, un extraordinario evento titulado “La verdad de la verdad”, y que en mi caso, permitió seguir socializando sobre la diversidad humana y poner en tensión nociones que durante años hemos adoptado como certezas absolutas, causando daños irreparables a grupos humanos que históricamente se han considerado distintos, por no compartir nuestros ideales y formas de vida.
Nos olvidamos de que la especie humana es multicolor y que las cosmovisiones o interpretaciones del mundo, van a depender de nuestros marcos de referencia, perspectivas y procesos históricos. También nos olvidamos las validaciones que la propia ciencia ha hecho de conceptos como el de raza, punta de lanza para que se promulgaran las más nefastas leyes de segregación racial en los Estados Unidos o el apartheid en Sudáfrica, lugares en donde, de acuerdo al color de piel, los seres humanos eran clasificados socialmente y se les iban dosificando derechos. Hasta los más altos estándares para el desarrollo cognitivo, buen comportamiento y aspectos estéticos estaban reservados para la blanquitud. Lo demás era un asunto de salvajes.
Se pretendió invisibilizar la diversidad en la igualdad de la especie humana. Así se fueron universalizando dioses, ideologías, sistemas de gobierno, con el pretexto de llevar la civilización a los pueblos que no la habían alcanzado, desde la perspectiva del colonizador. Se fue diseñando una alteridad que era necesaria para expandir la visión eurocéntrica del mundo, imaginario en el cual, la propia mujer carecía de ciertos derechos y hasta no hace mucho, un apéndice del hombre que no podía opinar, escoger a sus gobernantes y someterse a la maternidad obligatoriamente.
También pretendieron imponer “certezas” que a su vez originaron anomalías, extrañezas que difícilmente eran validadas por las hegemonías. En este sentido, afrodescendientes, pueblos originarios, feministas, homosexuales, personas con diversidad funcional, santeros, espiritistas y cualquier forma de vida que contraviniera lo considerado normal, era un asunto de progresistas, salvajes, gente inculta que atentaba contra la propia naturaleza, los deseos de dios y las elites.
En este contexto un poco de irreverencia para transformar este mundo tan pacato se hace necesaria. ¿Acaso no fue la negativa de Rosa Parks de ceder su puesto en el autobús a un hombre blanco, la que promovió la más grande lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos? Luchas para posibilitar el matrimonio igualitario, la aceptación de la diversidad religiosa y los derechos de la mujer, han costado vidas y deben seguirse visibilizando en pro de alcanzar un mundo más justo, empático, tolerante y respetuoso. De lo contrario, fomentaremos el caos, la violencia y el no reconocimiento del otro.
Seguimos confiando en las reservas morales del sistema educativo para fomentar los cambios y la aceptación de la otredad. Si, educación para todos los grupos sociales, porque quizá, el mayor enemigo para la diversidad en todas sus expresiones, es la propia sociedad conservadora, enconchada en una cúpula que solo reconoce a sus pares, sus formas de vida, pero esconce sus propias desgracias y doble moral.
Artículo tomado de El Carabobeño