Por: Julio Castillo Sagarzazu
En la tradición judeocristiana se da cuenta que Yahvé celebro con su pueblo varias alianzas. La primera es la que hizo a través de Noe, después del diluvio, representada por el arcoíris que indicaba el cese de las lluvias; la segunda con Abraham, en ofrenda a su fe ciega que casi le lleva a sacrificar a su hijo, garantizándole que su estirpe dejaría huella imborrable; la tercera con Moisés a quien ofreció la Tierra Prometida y a quien dejo un decálogo para que su pueblo lo cumpliera. Al final, la Nueva Alianza, la del Nuevo testamento, la que Jesús, sello con su muerte y resurrección, ofreciendo un juicio final en el que “se juzgará a vivos y muertos” y un “reino que no tendrá fin”. Cada Alianza tuvo sus protagonistas, su momento histórico, su justificación y su misión.
Eso mismo ocurre con la historia. Los sectores sociales, las clases gobernantes y los pueblos, sellan alianzas que son las responsables de cumplir una tarea histórica. En el decurso del tiempo, no obstante, van formándose, al interior de las nuevas realidades, nuevos encuentros, nuevos acuerdos, para emprender nuevas tareas y nuevas reformas.
Todas las revoluciones y los grandes cambios políticos conocidos, en la historia de la humanidad, han cumplido con esa dialéctica que les lleva a romper, a reconstruir, para volver a romper y volver a construir. Incluso, las revoluciones, como Saturno, suelen devorar a sus hijos y de esa guisa, “renuevan” las direcciones de los procesos.
La historia de Venezuela esta llena de ejemplos de la construcción de alianzas que se consolidaban para luego dar paso a nuevos reagrupamientos, para procurar nuevos cambios. La generación de la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando V,I llego hasta el 5 de Julio de 1811, pero una vez comenzada la guerra de independencia, las diferencias de concepción de la guerra, las rivalidades internas y los distintos puntos de vista sobre la caracterización del momento, produjeron nuevas realidades y nuevos grupos.
El mismo Bolívar del Decreto de Guerra a muerte que provoco un “parteaguas” en el curso del conflicto y que convirtió una guerra civil, en una guerra de independencia; el mismo que entrego a Miranda, fusilo a Piar, el que rompió con Santander, terminó sus días diciendo: “Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajare tranquilo al sepulcro”. Dicho en otras palabras, un gran promotor de rupturas y constructor de nuevas alianzas, añoraba, al fin de sus días, la unidad de los colombianos.
Hoy día, la oposición venezolana necesita construir nuevas alianzas. Luego de los acontecimientos que llevaron a la disolución del gobierno interino y el surgimiento de un nuevo frente `para dirigir la Asamblea Nacional, es imperativo que nuevos encuentros, reflejen, las nuevas realidades.
El eje de una nueva alianza, pareciera que debería desplazarse hacia la construcción de una nueva dirección política opositora. Esa nueva dirección política, junto con una visión común de país, debería ser la consecuencia de estos últimos acontecimientos.
Pareciera que, hoy, el mecanismo de consultarle a los venezolanos, a ese 75% de la población que quiere un cambio político, es el más idóneo para concretar esa una nuevo liderazgo y dirección de las fuerzas opositoras.
No se trata, obviamente, de que una posición aplaste a la otra, sino que los ciudadanos escojan quien, y con cuales planteamientos, se debe liderizar en esta nueva etapa.