Por Julio Castillo Sagarzazu
Hay un optimismo patológico como el del doctor Pangloss, aquel tutor de Cándido, el personaje de Voltaire a quien todo le parecía chévere y que las cosas que ocurrían eran la consecuencia del obrar correcto de la providencia. Con ese predicamento, llego a convencer a su discípulo a no lanzarse a salvar a su amigo Martin que había caído por la borda del barco, con el argumento de que Dios había construido la bahía de Lisboa, con el expreso fin de que el amigo se ahogara en ella, por lo cual era inútil tratar de rescatarlo.
Hay otro optimismo, como el de Winston Churchill, cuando asediado por los bombardeos alemanes, luego de la estruendosa retirada de Dunkerque y mientras los primos americanos volteaban para otro lado, se hacían los que habían ido a comprar querosén y no se enteraban de nada, respondía a un periodista: “Soy optimista, no veo muy útil ser otra cosa”.
Hoy día en Venezuela, luego de las piezas de vodevil que hemos presenciado, en la que los dirigentes opositores se tiran los trastos a la cabeza, como en una pelea de botiquín, tampoco es muy útil ser pesimista pensando que a eso se reduce la lucha política del país o usar esto como pretexto para declararnos oficialmente hastiados, bajar los brazos y pedirle a la esquina que tire la toalla. Esa no es la “big picture” de la realidad nacional, al menos no es la totalidad de ella.
Contemporáneamente, a esta “hora loca” de la política, se desarrolla una poderosa y espontanea respuesta de los venezolanos en protesta por el descenso de la calidad de vida, los salarios de hambre y el abandono de los servicios públicos oficiales. Muchos opinamos que esta realidad puede ser una gran oportunidad para construir una alternativa nacional que pueda recuperar la democracia y la libertad en el país.
Es aquí donde regresamos al tema del voluntarismo y el panglossianismo como vicios de la política.
Ningún proceso político logra cumplir sus fines sin tener una dirección que apunte en la dirección correcta. Al menos, hasta ahora, la historia de los cambios sociales, nos lo ha indicado así.
Las direcciones políticas, empero, no se hacen de la noche a la mañana, tampoco se pueden encargar “llave en mano”, no se compran “pret a porter”, ni se contratan “outsourcing”. Las direcciones políticas, pueden surgir de acontecimientos inesperados, pero necesitan pericia, “know how” y, sobre todo, una estrategia de cambio en las alforjas, para que puedan cumplir exitosamente su tarea.
Necesitan igualmente tejer alianzas nacionales e internacionales; diseñar un modelo de país y también y, sobre todo, estar legitimados por su historia, su comportamiento y la decisión que hayan mostrado en los momentos claves de la lucha por los cambios.
En Venezuela, está visto, que esa dirección política está por construir. Es probable que los materiales de esa obra estén regados hoy, por aquí y por allá. Seguramente algunas caras conocidas serán necesarias y otras aun las desconocemos. Pero hay que proponerse una estrategia para construirla y para que pueda durar el tiempo que sea necesario.
Lo ideal es que esa dirección de gente de carne y hueso pudieran surgir de un inmenso acuerdo nacional, como ha ocurrido otras veces en Venezuela y en otros lugares del mundo. (Una Junta Patriótica; un pacto de Punto Fijo), pero hablando honestamente, pareciera que no hay condiciones para que tal acuerdo se realice, al menos no en el corto plazo.
Los disensos, las reyertas, el clima de tensión, los desencuentros y la crispación última, pareciera que no abonan en ese camino.
Es aquí que el tema de las primarias se convierte en una herramienta posible de lograr los niveles de acuerdo necesario y construir una dirección legitimada por la participación popular de su elección. Un candidato de cara al eventual proceso electoral, podría convertirse en el eje de esa nueva dirección política.
Si el reto de las primarias se asume con responsabilidad. Si estas son inclusivas, transparentes, si votan los venezolanos en el exterior y se logra una movilización de gran envergadura, se puede volver a entusiasmar al pueblo opositor y, con él, al conjunto de nuestros compatriotas.
Así, podríamos rescatar el valor del voto y que se manifieste ese casi 80% de los venezolanos que quiere un cambio.
Es útil ser optimista.
Al terminar de redactar esta nota, conocemos que la casa del dirigente gremial Julio García, esta sitiada por el Sebin. Es inaceptable que esto ocurra, la persecución debe cesar.