Por Julio Castillo Sagarzazu
¿Estamos en presencia de un verdadero o de un falso dilema en este tema de las primarias y el consenso?
Veamos: Este es un tema que no puede analizarse prescindiendo de quienes son los que hacen las propuestas para cada una de los dos caminos planteados para participar un eventual desafío electoral.
En efecto, es más o menos evidente, que quienes se decantan por uno u otro camino, lo hacen dependiendo de la capacidad con la que se ven para ganar una eventual candidatura.
¡Ojo! Esta afirmación no tiene nada que ver con matar al mensajero y tampoco con negar el legítimo interés de querer colocarse en la posición más favorable y escoger el terreno en el que se sienten más cómodos. Eso es lo que hacen los capitanes de los equipos de futbol cuando eligen el suyo. Se sabe también, que jugar de home club es mejor que jugar de visitante. Todos tienen derecho de escoger y nadie puede obligarse a pelear enchiquerado
Lo otro que es necesario dejar sentado es que las fuerzas y las personas involucradas en este debate son disimiles y en casos están enfrentadas por distintos asuntos de la lucha política cotidiana en el país. De manera que es entonces lógico que esas diferencias se trasladen al debate sobre la estrategia electoral y política.
A los efectos, entonces, de centrarnos en el tema del método, convendría obviar este debate que, aunque importante, debe ser materia de otra discusión.
Lo que, en realidad debe ser importante es determinar cuál de los dos caminos tiene más posibilidades de concretarse, independientemente de quienes lo propongan o que intenciones tengan en ello.
Veamos: En la Venezuela contemporánea ha habido consensos importantes, la Junta patriótica para luchar contra la dictadura de Pérez Jiménez; el pacto de Punto Fijo para gobernar y luego, posteriormente, otro pacto no escrito que reunió a AD, Copei, Fedecamaras y la CTV, como cuatro patas de una mesa que funciono durante varias décadas.
Todos estos acuerdos cumplieron una misión en el país que los vio nacer y desarrollarse, pero también morir.
Una de las cosas que los hizo posible era la “autoritas” de los cabeza de fila de las organización que los suscribieron y, obviamente, la justeza del bien político que tutelaban que era el desarrollo y cuido de las instituciones democráticas que se estrenaban después de la dictadura.
No viene al caso analizar las razones por las cuales esos acuerdos dejaron de tener vigencia, pero si rescatar que, en la Venezuela de hoy en día, no tenemos el liderazgo que sea capaz de lograr hitos de esa naturaleza.
¡Atención! Esto no quiere decir que no tenemos lideres, que los tenemos y con grandes virtudes. Lo que no tenemos son las circunstancias que los hagan tener el peso que tuvieron los aquellos padres fundadores de la democracia y que les permitió hacer la masa crítica que llevo a los acuerdos que hemos comentado.
Este es entonces, uno de los primeros problemas para llegar a un consenso alrededor de algún nombre para una eventual candidatura presidencial. ¿Es imposible? Por supuesto que no, pero debería ocurrir un hecho extraordinario que aún no ha ocurrido o aparecer un nombre que milagrosamente nos pusiera de acuerdo. Una suerte de Pentecostés, en la que el Espíritu Santo descendiera como lenguas de fuego sobre la cabeza de nuestros lideres y se operara el milagro.
Hace poco, y en esa búsqueda, un grupo de venezolanos, cuyo vocero fue nuestro respetado amigo Rafael Simón Jiménez, hizo público un documento en el que insisten en la tesis del consenso.
En este documento, sin embargo, echamos de menos, aunque fuera alguna aproximación sobre los mecanismos que deberían usarse para llegar a ese consenso. En este particular, no basta con llamados a la conciencia, ni con convocatorias a la responsabilidad. Descartado el método del Pentecostés, por razones obvias, es necesaria una propuesta concreta sobre ese punto. Diógenes salía a diario a buscar el hombre justo con una linterna en las plazas de Atenas. Nunca lo encontró, pero tenía un método para hacerlo.
Esta es una dimensión del problema que hace falta en el debate para poder aterrizar y ponerlo en modo realidad. Los otros elementos sobre el programa; los objetivos de un nuevo gobierno, etc., son esenciales e importantes, pero sobre eso hay muchísimo material andado, incluyendo el Plan País, que sigue teniendo una vigencia notable y que puede revisarse a raíz de las nuevas realidades. Dicho de otra manera, sobre las fórmulas algebraicas, seguramente estaremos de acuerdo, ahora hay que despejar las incógnitas y darles valor aritmético.
Ahora bien, para comentar la otra propuesta hay que decir que ciertamente las primarias que son un mecanismo más complicado que el consenso, más caro y que demanda igualmente un consenso previo para cristalizarlas, tienen empero a su favor, que es un método concreto; que tiene andado un camino importante; que ha logrado importantes incorporaciones y que, si se organizan bien, de manera inclusiva, transparente y democrática, pueden enlazarse con ese sentimiento de ganas de participar que se nota en todos los estudios de opinión.
Además, aunque se ha demostrado que no necesariamente “la voz del pueblo sea la voz de Dios”, una candidatura y un liderazgo legitimado por una mayoría ciudadana, arrancaría con un buen pie que estamos necesitando después de tantos tropiezos.
Es un debate abierto, pero para el que no tenemos mucho tiempo. La Comisión Nacional de Primarias debe acelerar sus trabajos y si, en el camino, aparece una milagrosa opción, pues bienvenida sea y continuamos adelante.