Por Julio Castillo Sagarzazu
En algunos sectores de la oposición venezolana, ciertamente minoritarios, pero no por ello, menos influyentes, se ha venido intentando crear una suerte de “doctrina” para analizar lo que se ha dado en llamar “los costos de salida” del chavismo.
De acuerdo con los voceros de esta tendencia, al gobierno y a sus principales dirigentes, hay que ofrecerles toda suerte de garantías y seguridades para que se sirvan abandonar el gobierno si pierden las elecciones o, mas sorprendente aun, para que no den un zarpazo al proceso electoral. Dicho de otra manera, hay que pagar un rescate, no porque estas secuestrado, sino para que no te secuestren. Es decir, una suerte de síndrome de Estocolmo, llevado al absurdo y al paroxismo.
De esta guisa, algunos llegan al extremo pintoresco de ofrecer garantías y seguridades que nadie ha pedido y se adelantan, entregando de antemano, lo que debería resolverse en una mesa de negociación, cuando estén definidos sus protagonistas.
Sobre este último particular hay que escuchar propuestas verdaderamente pintorescas, tal como una encuesta en X en la que se nos pide responder si estamos de acuerdo con alguna de las opciones que van, desde levantar las sanciones individuales; garantizar impunidad y otros desvaríos parecidos, como si tal cosa dependiera de alguno de nosotros los mortales, que leemos encuestas de la red social y leemos todos los días lo que nos regalan estos voceros de la “doctrina” de los costos de salida. Hasta ese punto hemos llegado.
Lo que verdaderamente echamos de menos es que se plantee con seriedad un verdadero debate sobre los incentivos necesarios para lograr un cambio y una transición democrática. Seria importante, por ejemplo, que introdujéramos también la variable de lo que podríamos llamar, los costos de “quedada” (valga el barbarismo).
¿Qué son los costos de “quedada”? pues los que tendríamos que pagar todos los venezolanos sin no hay un cambio político, pero también, los que tendrían que pagar los que se quieran quedar sin haber ganado las elecciones o arrebatándolas antes de que se hagan.
Nos hemos preguntado ¿cómo es que se puede gobernar un país en una minoría evidente; con un país en declive de todos los niveles de vida; con una sociedad que esta dando muestras de movilización y de renacimiento de la esperanza?
¿Cómo se puede gobernar sin pagar el altísimo precio de la represión indiscriminada; del aumento del aislamiento internacional y del rechazo social y popular?
¿No es más importante preguntarse cómo pueden hacer los demócratas para coincidir con los sectores del chavismo que piensan que su opción política puede tener mañana; que pueden regenerarse; jugar el juego de la democracia e inclusive, regresar al poder como regresaron Lula, los Fernández y hasta Ortega, después de entregarle a Violeta Chamorro?
¿Cómo puede hacer un gobierno que no quiere irse, si pierde las elecciones con la inmensa fuerza social y poltica que ha levantado MCM desde su estruendosa victoria en las primarias hasta sus últimos recorridos por el país? ¿Qué va a hacer con ella?
¿Es que no es mas razonable que se produzca un proceso de negociación con ella y con un presidente electo como Edmundo González, para evitarle a Venezuela más sufrimiento y privaciones?
Definitivamente, al día de hoy, los costos de quedarse están siendo sensiblemente mayores a los de irse.
Además, la administración de una negociación sobre esos costos, dependen mucho más de las fuerzas internas que de las fuerzas externas. Para ser absolutamente honestos, en el gobierno no quieren, ni van a pedir nada que la oposición pueda ofrecerle. Si hay negociaciones sobre esas famosas garantías, serán la consecuencia de que los venezolanos nos pongamos de acuerdo y no de que ningún otro país dicte la pauta sobre lo que hay que hacer.
En conclusión: Si para todos es mas barato que se produzca un cambio, para qué vamos a enredar las cosas buscando a Dios por los rincones.