No es pereza, flojera o mala gestión del tiempo. Es un asunto de emociones, relacionado a la manera de enfrentar las emociones desafiantes y estados de ánimo negativos (aburrimiento, ansiedad, inseguridad, frustración o resentimiento) generados por ciertas tareas.
Según las investigaciones científicas “La procrastinación consiste en la tendencia generalizada a aplazar el inicio y/o finalización de tareas planificadas para ser realizadas en un tiempo determinado. Tal tendencia a la postergación suele acompañarse de malestar subjetivo y no sólo es una cuestión de baja responsabilidad y gestión del tiempo, sino que supone un verdadero problema de autorregulación a nivel cognitivo, afectivo y conductual.”
Aunque la procrastinación es una predisposición conductual bien conocida desde hace muchos años, el estudio de las manifestaciones, causas y consecuencias comenzó en la década de los ochenta convirtiéndose en un tema de interés en el ámbito clínico, educativo, laboral y social por lo que las investigaciones se centran en la evaluación y el tratamiento.
La prevalencia de procrastinación crónica en los países Australia, Perú, España, Reino Unido, Estados Unidos y Venezuela específicamente en población adulta, oscila entre el 10.9% y el 16.1% datos mostrados en dos estudios transculturales.
¿Cómo actúa la procrastinación?
Imagina que te dispones hacer una tarea, un pensamiento interrumpe la acción y dices voy por ropa más cómoda mientras pasas por la cocina comes algo miras el teléfono, ves redes sociales, haces unas llamadas y finalmente decides salir. Cuando te quieres dar cuenta, han pasado dos horas. Y el tiempo que tenías dedicado a esa tarea se ha agotado. Entonces, empiezas a ponerte ansioso, te estresas y entra en juego el sentimiento de culpa. Te preocupas y te agobias por el tiempo, lo que te hace aún menos productivo y eficiente.
Las implicaciones también están relacionada al uso problemático de las redes sociales (por ejemplo, Instagram), lo cual refleja la falta de autorregulación de las personas procrastinadoras, quienes se embarcan frecuentemente en tareas gratificantes a corto plazo retrasando probablemente, las tareas que tienen que hacer en un tiempo determinado.
A veces, los procrastinadores generan una serie de sesgos cognitivos inventando excusas, infravaloraciones, remordimientos, así como acciones de autosabotaje con el fin de no realizar la tarea. Es importante señalar que todas las personas posponen el inicio o cierre de tareas, pero no todas se podrían considerar que son procrastinadoras.
Es preciso entender que, si una persona retrasa una actividad para reunir más información o postergar una decisión porque necesita hacer algo importante antes del objetivo, entonces estas estrategias no están relacionadas con la procrastinación.
Recomendaciones
Haz una lista de las actividades por realizar.
Rompe la barrera del primer minuto.
Divides las iniciativas grandes en actividades pequeñas.
Establece tareas parciales y descanso de la actividad.
Usa objetivos para combatir el perfeccionismo.
Conócete y maneja las emociones de una manera diferente.
Busca ayuda profesional.
El tratamiento de la procrastinación implica realizar algo más que un curso de gestión de tiempo. Como indican las investigaciones, se debe abordar desde la esfera cognitiva, afectiva y conductual, identificando el estilo de personalidad que procrastina, y ajustando el tratamiento a sus características. Las diferencias individuales hacen que las recetas generales no sean eficaces ni eficientes.
Fuente: Revista Iberoamericana de Diagnóstico y Evaluación – E Avaliação Psicológica. RIDEP · nº51· vol.2 · 43-60 ·
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