Por Julio Castillo Sagarzazu
Ya hoy tendremos 24 horas viviendo en el 2023. La nota esta escrita el año pasado, en medio de la incertidumbre y las especulaciones sobre el destino del gobierno interino y de la AN del 2015. A esta hora se sabe que Juan Guaido, en un gesto sobrio e inteligente, ha dado un paso al costado y queda en manos de la mayoría lo que ocurrirá en lo adelante.
Sobre lo que si hay certidumbre es que este año que comienza, no hay muchas perspectivas de mejoría de las condiciones de vida de nuestros compatriotas. La burbuja ha estallado y todos los indicadores sociales nos señalan que tardaremos (si no hay un cambio político) alrededor de 30 años para igualarnos con nuestros niveles de vida del año 2.000.
Ya es un lugar común decir que la mayoría de los venezolanos esta dedicando la mayor parte de su tiempo y de sus esfuerzos a tratar de sobrevivir y es cierto. ¡Pero atención! Este mismo ambiente predominaba en el país el 27 de febrero de 1989. El imaginario popular, siempre fértil, echo mano de la llamada “boda del siglo” (reseñada a los cuatro vientos), como la impúdica razón de la ira popular.
Como también señalaron los fastos del Sha de Persia, celebrando el aniversario de la monarquía, como una de las causas de la revolución de los ayatolas. Sea como sea, no hay que confundir el desentendimiento de la política y la falta de auditorio para el astracán opositor, con indiferencia o con falta de esperanza. Los venezolanos quieren un cambio y saben quien es el responsable de su angustiante situación.
Por eso es tan necesario partir de este “etat d`sprit” para tratar de recomponer la alternativa democrática venezolana. Como hemos dicho en notas anteriores, esta crisis puede convertirse en una oportunidad importante en esa vía.
Como el articulo se titula 2023, lo lógico es que no veamos por el retrovisor, sino por el parabrisas. Ya las cartas están jugadas y cada quien ha escogido su partida. Es evidente que el cuadro opositor no es el mismo y han sido los hechos los que han provocado la nueva situación. Hay una ruptura del bloque opositor.
A las rupturas no hay que tenerles miedo. Forman parte de la dialéctica misma de la vida. Lo que no se mueve se estanca y se muere. Todo en la naturaleza muta: las células se dividen y forman nuevos tejidos. Cuando lo hacen conforme al plan de supervivencia, crean nexos de colaboración para que esos tejidos funcionen y constituyan los órganos, cuando lo hacen anárquicamente y se apartan del plan de continuar la vida, entonces crecen sin control y generan tumores y metástasis.
A la ruptura de los factores de la oposición tiene que seguir un nuevo proyecto, un nuevo reagrupamiento que vuelva a entusiasmar. No se trata de reeditar una guerra sin fin y volver a modernos la cola. Cada quien debe seguir su camino. Quien sea capaz de volver a entusiasmar, quien sea capaz de escuchar el sentimiento de los venezolanos que sufren y haga una propuesta coherente, con los voceros coherentes, podrá conseguir convertirse en la nueva referencia necesaria.
De los errores, que han sido muchos, debemos aprender obviamente, pero una vez sacadas las conclusiones, se cierra el capitulo y se sigue adelante.
Ojalá que el 2023, traiga luces sobre este tema.
Ojala que traiga también mucha salud y mejor vida a todos.