Por Luis Alonso Hernández
Me alegra cuando los jóvenes se interesan en la lectura y disfrutan de un buen libro. Evidencian que no todo está perdido por la invasión de TikTok y otras redes sociales en donde el exhibicionismo alcanza niveles absurdos. Siempre he dicho que la lectura amplia la mirada y abre puertas a la comprensión de un mundo diverso, real pero también de ficción, de viajes, amores posibles e imposibles, del éxito y de los infortunios. En todos los casos, leer eleva la esencia de nuestro ser.
Con la lectura satisfacemos esa curiosidad intrínseca del ser humano. Por suerte, la revolución intelectual generada a raíz del renacimiento y la expansión de las ideas humanistas, promovieron el conocimiento para disminuir la ignorancia de los pueblos. En la edad media, la lectura era exclusiva de la nobleza y miembros de la iglesia católica, estableciendo un sistema teocéntrico en el cual, lo religioso estaba en primer plano. Los ricos leían sobre la existencia de Dios, pero los pobres no tenían acceso a esa verdad liberadora. Gutenberg con su imprenta, contribuyó a emancipar las mentes y multiplicó libros por doquier.
Esa liberación de almas se hace constante cuando adoptamos a los libros como extensiones del cuerpo. He aquí la relevancia de fomentarla en los niños, en los jóvenes, en las multitudes. Como educadores, se hace necesario interesar a nuestros pupilos para que entiendan que existe un mundo más allá del celular, en donde los libros y el habito de la lectura, puede salvarlos del hedonismo mal entendido tan común en estos tiempos. En este sentido, leer salva vidas.
Por esta razón celebro un encuentro organizado por estudiantes de Comunicación Social de la Universidad Arturo Michelena, bajo la guía de la colega periodista Carmen Luisa Florez. Las jóvenes, con la directriz de organizar un evento, centraron su esfuerzo en una actividad cultural para fomentar la lectura. Lo denominaron “Un libro, una causa”. Se incluyó un cambalache de textos y un conversatorio acerca de los libros y la lectura a través de los tiempos, en el que tuve la oportunidad de compartir con un hombre sabio y comprometido con las batallas humanistas, el doctor José Alfredo Sabatino, presidente de la Academia de la Historia del estado Carabobo.
Estos eventos con la presencia de juventud me llenan de esperanza. Las organizadoras Ronnymar Ochoa, Laura Quintana, Andreina Lourenco, Katherine Nuñez y Annely Tovar, representan a esas chamas comprometidas con cultivar el alma a través de los libros. La respuesta de las estudiantes a la actividad de la profesora visibiliza a esos jóvenes empáticos, preocupados por la educación y el futuro del país y el mundo. Ellas forman parte de las reservas morales llamadas a reconstruir a Venezuela desde los espacios de los que formen parte. Son orgullo uamista.
Felicitaciones.
Artículo tomado de El Carabobeño