Información EFE
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que busca la reelección, afirmó el domingo que él y su familia son víctimas de “crimen de odio” por parte de opositores y citó los recientes ataques sufridos por su esposa, Michelle, y su hija, Laura.
“Nosotros somos víctimas de odio de esas personas y no lo contrario, como el ‘huidor’ (Luiz Inácio Lula da Silva) deja parecer y me ataca de manera calumniosa”, dijo Bolsonaro en el que sería un debate televisivo y que por ausencia de Lula se transformó en una entrevista.
Bolsonaro citó las declaraciones de la procuradora general del estado de Alagoas (noreste), Samya Suruagy do Amaral, quien comentó una publicación de la primera dama en un culto evangélico y escribió: “una vagabunda ilusionando al pueblo”.
De igual manera mencionó a la periodista Bárbara Gancia, quien dijo en sus redes sociales que cuando la hija del mandatario se maquilla “parece una puta”, en un ataque tras la insinuación de prostitución que Bolsonaro hizo de dos adolescentes venezolanas en Brasilia.
Víctima de “crimen de odio”
La declaración de Bolsonaro en la entrevista al canal Record surgió después de comentar la prisión este domingo del exdiputado Roberto Jefferson, quien estaba en prisión domiciliaria y volvió al régimen cerrado por insultar a una alta magistrada de la corte Suprema.
“No se justifica referirse a una mujer de la forma como él se refirió (prostituta y bruja). Eso es injustificable, pero tampoco vi ninguna manifestación de la prensa brasileña cuando mi hija fue llamada de p…. en el día que cumplía doce años”, aseveró.
“Eso también es lamentable y el tratamiento no es el mismo”, completó el líder de la ultraderecha, quien negó que exista “amistad” con Jefferson o él participe en su campaña electoral.
De acuerdo con Bolsonaro, el antiguo aliado, quien buscó ser candidato presidencial, abrió en septiembre un proceso en su contra en la Justicia Militar por el mandatario no accionar el Senado para iniciar un juicio de destitución de miembros de la Corte Suprema.
Jefferson se entregó a las autoridades después de ocho horas, tras haber lanzado una granada y herido sin gravedad a dos de los policías que lo iban a detener en su casa, localizada en el municipio de Comendador Levy Gasparian, a unos 140 kilómetros de Río de Janeiro.
El exdiputado, quien perdió sus derechos políticos por una condena antigua de corrupción, estaba en prisión domiciliaria por, entre varias acusaciones, supuestamente comandar las llamadas “milicias digitales”, responsables por promover actos antidemocráticos.