Por Julio Castillo Sagarzazu
Conversando hace unos días con el buen amigo Andrés Velásquez, discutíamos sobre si la nueva realidad de la oposición venezolana debía considerarse como el cierre de un ciclo o una etapa. Una discusión en apariencia bizantina, pero, como toda caracterización en la política, el tema no es semántico, sino esencial.
Al final del día, Andrés termino convenciéndome de que la idea de ciclo sugiere un volver a comenzar y una suerte de bucle que se cierra sobre sí mismo. De manera, que me pase a su tesis de las etapas, sin que me quedara nada por dentro.
No obstante, esta “capitulación” argumental no resuelve el problema de fondo. La realidad, mil veces testaruda, nos sugiere que sería importante volver a andar esos pasos y seguir sacándole el jugo al debate.
A propósito, me permitirá el lector, traer otra conversación con otro buen amigo, el Prof. Frank López (muy conocido en los medios académicos carabobeños). A él le escuche en una interesante exposición, un estudio que había hecho sobre “los ciclos” de la movilización social y política en Venezuela. Para hacer el cuento corto, López nos sugiere que cada 15 años hay una efervescencia social y política que trae consecuencias. (Por cierto, estaríamos entrando en una de ellas) Le comenté que Henrique Salas Romer, glosando a Ortega y Gasset, hacia un parangón similar e interesante. De manera que hay elementos para considerar el tema, como sugerente, para decir lo menos.
¿Se repite la historia? ¿Lo hace disfrazándose de etapas o ciclos que se abren y cierran? ¿Lo que pasa en Venezuela y otros lugares del mundo pueden reproducirse en el curso del tiempo?
Veamos:
Ya Heráclito nos recordaba que “nadie se baña dos veces en un mismo rio”. En efecto, el agua que pasa no regresará y los acontecimientos nunca se reproducen exactamente igual. Incluso, cuando Carlos Marx señaló, a propósito del golpe de estado de Luis Bonaparte (Napoleón “Le petit”, como lo llamaba Víctor Hugo) que la historia se había repetido, tuvo el cuidado de señalar que una vez lo hizo como tragedia y otra, como farsa. La tragedia fue la de Napoleón cuando el 18 de Brumario se entronizo como Primer Cónsul y la farsa, cuando su sobrino, elegido en comicios democráticos, resolvió proclamarse igualmente emperador, dando así inicio a lo que la moda, la arquitectura, el diseño y el urbanismo, llamaron entonces, el “Segundo Imperio”.
La historia, podríamos decir entonces, que no se repite. Sin embargo, no cabe duda de que los acontecimientos se contienen unos a otros. Si el universo continúa expandiéndose constantemente y si, aun vemos en el presente, la luz de estrellas que desaparecieron hace miles de años, no es aventurado pensar que acontecimientos similares, pueden traer consecuencias similares. Quizás la historia se contenga si misma, de la misma manera que las “matrioshkas” (las muñequitas rusas) se contienen unas a otras, pareciendo iguales, aunque en realidad no lo sean.
La verdadera diferencia entre la naturaleza, el universo y la historia es que en la historia y en la vida social, la voluntad humana puede cambiar el curso de los acontecimientos. A veces lo hace de manera imprevisible y, en esto, copia la imprevisible libertad de trayectoria del electrón. Hay, efectivamente, acontecimientos que son revulsivos o catalizadores de cambios sociales: La nariz de Cleopatra; el pistoletazo de Sarajevo; el collar de María Antonieta, son buenos ejemplos. No obstante, son acontecimientos o situaciones que solo cambian el rumbo de la historia si los preceden y/o suceden, otros hechos y si la voluntad organizada de miles de hombres y mujeres, los conduce a un objetivo determinado.
Ese es el papel de una vanguardia organizada, sea esta partidista o no. Esa vanguardia, en Venezuela, tiene la obligación de interpretar los acontecimientos y no dar por sentado que, porque una vez cayo Pérez Jiménez o, porque otra vez Chávez, se fue momentáneamente, los hechos podrán repetirse. Tampoco es obligatorio que, porque la gente esté “pasando roncha”, se sacudirán automáticamente, un mal gobierno.
Quedarse sentados esperando no es una opción. Hoy, hay una clara oportunidad de accionar los mecanismos políticos que puedan producir un cambio de percepción de la mayoría de los venezolanos sobre el papel de las fuerzas democráticas. Los errores que hemos cometido pesan, y mucho, pero no son insalvables. La historia tiene muchas cualidades y una, es que puede ser indulgente y, a veces, da nuevas oportunidades. Nuestro desafío es aprovecharlas.
Es auspicioso ver el debate sobre cómo nos organizamos para enfrentar un eventual proceso electoral. Opiniones hay para todos los gustos. Unas de buena fe y, otras, como suele ocurrir, no lo son tanto.
Las primarias son una buena oportunidad para volver a tomar la iniciativa (algo que en la política es fundamental) pero no podemos hacer cualquier primaria. Ya, desde varios flancos, están disparando contra ellas. De allí que es necesario dejar la menor cantidad de grietas posibles.
Unas primarias organizadas por personalidades inobjetables, donde puedan participar todos los venezolanos, se encuentren donde se encuentren. Unas primarias que sirvan también para dirimir el tema de la dirección política y un programa consensuado dejaran, sin argumentos creíbles, a sus detractores.
La historia no podemos controlarla, venga vestida en ciclos o en etapas. Tampoco se repite idénticamente. Sin embargo, lo que si podemos hacer es trabajar y poner toda nuestra voluntad para que se parezca a lo que queremos.