Por Julio Castillo Sagarzazu
Como muchos sabrán, el título de esta nota, es el mismo de un opúsculo de Lenin, escrito hace más de un siglo, en medio de un debate entre quienes después fueron bolcheviques y mencheviques, en el seno del POSDR, para tratar de dirimir cómo debían organizarse las fuerzas sociales para lograr un cambio político en la Rusia de los Zares.
Dejando de lado la dimensión interpartidista del tema, lo que se vale la pena resaltar de este texto de Lenin, es la tesis de acuerdo con la cual, “las masas” (como el las llamaba) no se pueden dejar solas y libradas a su espontaneidad porque solo generaran “tradeunionismo”, es decir, pura acción reivindicativa y que, sin una organización que las dirigiera, nunca apuntarían al cambio político.
Sorprendentemente, ese es el mismo problema que está planteado hoy en día en Venezuela y por lo que mucha gente se pregunta legítimamente, después de esta semana trepidante en acontecimientos, ¿Qué hacer? ¿Cómo logramos que esa inmensa fuerza social que salió de unas elecciones primarias y que resolvieron el problema del liderazgo opositor y de su legitimidad, no pierda el foco y siga apostando por el cambio político?
Como hace un siglo, la clave es de nuevo: la organización. ¿Cómo hacemos para convertir en vector político, lo que es un sentimiento social apabullante a favor del cambio?
Es más que evidente que el gobierno ha tomado debida nota de esta realidad que no pudo evitar y ahora sabe que a las ruedas de la carreta de la organización, es a la que hay que meterle palos para que no avance.
Las órdenes de detención contra Abdul, Alviarez, Macero y Urruchurtu, van en esa vía: tratar de desarticular la organización que es la columna vertebral de la candidata presidencial. En eso se seguirán empeñando.
Pero, ¡atención! esta nueva ola de persecución, tiene también, la intención de provocar una reacción en el seno de la oposición que también saque a esa carreta de la vía electoral y democrática, que es a la única a la que teme el oficialismo.
Si esa son las dos intenciones básicas del gobierno, pues las fuerzas democráticas deberán igualmente tomar nota y proceder a dilucidar con inteligencia, entereza y firmeza las estrategias que deban oponerse a las intenciones del adversario.
Sobre este segundo tema ya hay buenas noticias: Machado ha reaccionado en la línea correcta, denunciando la provocación y declarando con claridad que nadie la sacará de la vía electoral y además, que está dispuesta “a lograr acuerdos para una transición pacífica y ordenada”. Los ex precandidatos y la mayoría de las organizaciones políticas opositoras la han secundado y se ha logrado comunicar la imagen de coherencia interna que es tan necesaria en este momento.
Queda, entonces, pendiente entonces el problema de la organización. Aquí hay un reto evidente y un problema que hay que resolver con creatividad, con audacia, con inteligencia, con firmeza y con mucha disciplina para implementar lo que se decida.
En este sentido, lo importante hoy es darle contenido y forma a la Gran Alianza Nacional que ha propuesto Machado. Por supuesto que, como su nombre lo indica, es una alianza y no un partido, pero tampoco debería ser solamente una entente para construir un aparato de integridad electoral que, obviamente, siempre será necesario.
La GAN, entonces, debería ir más allá y convertirse en una fuerza que inspire pertenencia; que tenga tareas para quienes la integran; que tenga órganos de dirección a todos los niveles; que sea capaz de integrar visiones y sensibilidades distintas y se abra generosamente a todos los que quieren un cambio político en el país.
Esta fuerza también debe pensar y proponer un modelo de país; un mecanismo de reconciliación y una manera de reconstruir nuestra economía, nuestra democracia y nuestra convivencia.
Para que todo ello se alcance, lo primero es no dejar que disminuya el espíritu del 22 de octubre. Para ello, la candidata está haciendo un enorme esfuerzo y su parte de la tarea. Ha continuado recorriendo el país y sigue fortaleciendo, con la gente de carne y hueso, la fuerza que ayudó a crear.
El deber de todo demócrata venezolano hoy es contribuir con ese esfuerzo. Es seguir alentado la inmensa rebelión de los votos, la revolución ciudadana que tuvo un hito en las jornadas del 22 de octubre y que será la que nos abra las puertas del cambio político en el país.
Lograr estructurar con éxito la Gran Alianza Nacional, como una fuerza nueva, audaz, integradora y poderosa es, entonces, el enorme desafío de los demócratas venezolanos hoy en dia.