Por Francisco J Contreras M
Todas las ciencias se encuentran en un pasaje de gran confusión y, dentro de ellas, en la Ciencia Económica esa condición de complejidad se amplifica por la intervención humana sujeta a un comportamiento voluble no presente en los otros eventos de la naturaleza y del universo.
La búsqueda de respuestas para la esencia de los objetos y de los eventos, del estudio y explicación y predicción de los sucesos y de la propia conducta humana, en relación con los fenómenos económicos es lo que da fundamento a las creencias fundadas en la razón. La disciplina para acometer la indagación sobre el alcance, profundidad y validez de esas aproximaciones del saber son las que califican la racionalidad de una creencia frente al resto.
En la medida que acordamos reglas deliberativas no sujetas al capricho humano podemos alcanzar una objetividad independiente de nuestra opinión. Este esfuerzo riguroso para establecer criterios de demarcación refutables es lo que hace factible derivar de la subjetividad humana un conocimiento objetivo y lógico, es el ámbito de las creencias racionales.
Específicamente hemos formulado la tesis de que los desbarajustes de la economía pueden ser moderados con principios reguladores de los procesos de producción de valor y no como definición a voluntad de las variables macroeconómicas finales que en última instancia son el resultado que califica la bondad de lo que hacemos. Es lo que hemos denominado domesticación del azar.
Hay creencias que son ahora más insostenibles que en el pasado como las de la soberanía y las del libre albedrío en todas sus dimensiones y más específicamente las del uso de la emisión irresponsable de dinero y la asfixia regulatoria. Ni la emisión del medio de pago casi universal que es el dólar americano ni la existencia de una hegemonía política son posibles, de manera absoluta y soberana, ni siquiera en Estados Unidos y tampoco en Europa, China y Japón. En nuestro medio se continúa argumentando en contra de la dolarización por razones de soberanía y por creencias sin fundamento no sujetas a refutación.