Por Julio Castillo Sagarzazu
Venezuela siempre ha tenido una gran importancia en la geopolítica mundial: Su situación geográfica, sus recursos naturales, su carácter de precursora del movimiento emancipador y la formación de sus elites, le confirieron siempre este estatus privilegiado. Ya, el barón Humboldt da buena cuenta de ello en sus memorias, cuando se manifiesta maravillado de las bibliotecas que consiguió en Caracas y otras ciudades. Libros que, paradójicamente, fueron transportados por las Compañía Guipuzcoana y que trajeron las ideas de la Ilustración y la Independencia.
Esto fue así hasta que llego Hugo Chávez, que convirtió esa importancia en un problema para una gran parte de las naciones democráticas del mundo. Sus alianzas extravagantes con dictadores como Saddam Hussein; sus amistades peligrosas; los pasaportes decomisados a militantes de Hezbollah; sus vínculos con los grupos irregulares colombianos; su alianza con Castro; la influencia de la chequera bolivariana y el efecto del dinero opaco en muchos países, incluidos los Estados Unidos; la deriva autoritaria y el irrespeto a los derechos humanos, llegaron a ponernos en las mismas listas de parias, como Corea del Norte, Nicaragua y Bielorrusia y a convertirnos en el problema internacional que somos.
Esta realidad hace que, por razones obvias, la solución de nuestra crisis política, social y económica, tenga que venir de la mano de una conjunción de realidades internas, con circunstancias geopolíticas que desbordan nuestras fronteras. Se trata, entonces, de un elemento muy importante a tomar en cuenta por las fuerzas democráticas venezolanas.
¿Y, qué tiene todo esto que ver las primarias?
Veamos:
Otras de las tragedias nacionales es que la oposición venezolana, se dio a la tarea de deconstruir un extraordinario apoyo internacional que se reflejó en el soporte de las 65 democracias más importantes del mundo, al gobierno interino de Juan Guaido, presidente de la Asamblea Nacional legitima.
El golpe de gracia a este soporte lo constituyo la liquidación del gobierno interino, para ser suplantado por una institucionalidad discutible de la propia AN que, como era de esperarse, no tuvo, ni tendrá, ni una fracción de aquel apoyo internacional.
Es obvio que esto no ocurrió de la noche a la mañana, fue todo un proceso en el cual la Plataforma, supuestamente “Unitaria”, se dio a la tarea de presentarse ante el mundo como un saco de gatos incapaz de ponerse de acuerdo sobre temas claves y perdiendo toda capacidad de interlocución con los aliados de la democracia en nuestro país.
Así, decenas de iniciativas se perdieron. La confianza nacional e internacional se desmantelo, los escándalos políticos y administrativos no fueron cabalmente resueltos y hoy, prácticamente hay que recomenzar casi que desde cero. Dicho de otra manera, se perdió, entre muchas otras cosas, una interlocución valida con los aliados internacionales de la lucha democrática venezolana.
De manera que las primarias, también en este terreno, se han convertido en una excelente herramienta para legitimar esa contraparte de cara a esa interlocución internacional.
No cabe duda de que quien salga electo en ese proceso ostentará, de hecho, la representatividad opositora y podrá, con la fuerza legitimadora de haber sido escogido por los ciudadanos, colocarse al frente de cualquier eventual negociación para conquistar, primero unas elecciones libres y luego para cobrar una victoria en el 2024.
Esta es otra de las razones para que las primarias que se han convocado se hagan y se hagan bien. Unas primarias transparentes; donde se respete la voluntad del elector; donde se resguarde su identidad; donde voten nuestros compatriotas en el exterior, será un maravilloso impulsor de la lucha democrática y una nueva oportunidad de reconstruir la confianza internacional de la oposición venezolana.
No podemos desaprovechar esta ocasión.