Por Julio Castillo Sagarzazu
Cuando hay un incendio en el bosque ocurre un fenómeno inusual: Todos los seres vivos corren juntos para salvarse. Cuando llegan a un sitio seguro, de nuevo el tigre persigue al conejo, el hombre al tigre y regresa el reino de las leyes naturales.
Hoy en Venezuela hay un gran incendio que debiera obligarnos a correr juntos por un trecho hasta que el país sea un país relativamente normal donde podamos dirimir nuestras diferencias y tratar, sentido común mediante, de reconstruirlo para que avance.
Saliéndonos ahora de las alegorías y de las metáforas, tomemos prestado del arsenal y la jerigonza del materialismo dialectico, una de sus guías esenciales para el análisis de la realidad: Tratemos de encontrar cuál es en Venezuela la contradicción fundamental y cuáles son las contradicciones secundarias.
No cabe duda que, desde el punto de vista político y social, nuestra principal contradicción hoy es entre CONTINUISMO O CAMBIO (las mayúsculas son ex profeso) y que el resto de los otros antagonismos, entre las que se incluyen las diferencias entre las fuerzas que dicen oponerse a Maduro, son evidentemente secundarios.
De manera que pareciera que lo lógico, es que quienes quieren un cambio en Venezuela, corrieran por un trecho juntos, mientras salimos del bosque en llamas.
¿Es esto difícil? Pues depende. De lo primero que tenemos que tomar conciencia es que entre quienes queremos ese cambio hay diferencias importantes y que además hay intereses (unos legítimos y otros no tanto) de querer liderar ese proceso de cambio.
Justamente, en relación a esa última realidad es que tenemos que hacer los mayores esfuerzos. Al respecto hay que decir que la conseja de acuerdo con la cual “hay que deponer intereses particulares en bien del país” es una frase bonita y adecuada para los discursos, pero es de una ingenuidad y un idealismo atroz. En efecto, así como no se le pide a un médico, a un mecánico o a un plomero que postergue sus intereses, para que sea la competencia la que se gane los clientes, así no deberíamos pretender que ningún dirigente político abdique un interés presente, para proteger otro, en el futuro.
El arte de la política no es andar por allí pidiendo a la gente que no aspire o que postergue sus intereses. El verdadero arte de la política es hacer coincidir la mayoría de los intereses, por un trecho determinado y para un objetivo determinado, de todos aquellos que tengan aspiraciones.
Las primarias se han convertido, para la oposición venezolana, en una oportunidad para que distintos proyectos de liderazgos, coincidan en sus intereses por un trecho determinado y por un objetivo determinado.
El objetivo es presentar una opción unitaria (que no única, porque el régimen de Maduro sacara sus “opositores” al ruedo) para poder hacer frente, en condiciones de competitividad a un eventual proceso electoral el año próximo.
Ahora bien, si admitimos que haber llegado a las primarias es la consecuencia (consciente o inconsciente) de la necesidad de atender a la “contradicción principal” de continuismo o cambio, debemos concluir que la escogencia del candidato es un tema crucial, como lo es tratar de que el proceso sea lo suficientemente transparente, inclusivo y respetuoso de la voluntad opositora.
Si admitimos este presupuesto, deberíamos concluir que el candidato que escojamos, en este proceso de primarias, sea el que tenga mayores probabilidades de derrotar a Maduro. No el que sea más próximo ideológicamente a mis ideas; no el que me caiga mas simpático; no el que se parezca más a mi y a mis cercanos, si no, lo repetimos, el que tenga la fuerza potencial de competir y derrotar a Maduro.
Quien esto escribe, piensa que quien puede ser capaz de reunir estas condiciones, en este proceso, es María Corina Machado.
Veamos por qué: hace meses MCM era un fenómeno político del país. En realidad, lo ha sido desde hace mucho tiempo. Lo que Machado no había sido, hasta ahora es un fenómeno electoral. La razón es evidente, el eje de su política no había sido la competencia electoral, sino la apuesta por la salida de Maduro, a partir de una fuerza social que pudiera desalojarlo de Miraflores. En esa tesitura, MCM acumulo un importante capital político entre los sectores mas radicales de la oposición que le reconocían su consecuencia, su honestidad y la verticalidad de su talante. Eso ha sufrido un cambio.
¿Cuándo? Cuando María Corina dijo, por la calle del medio, que participaría en las primarias y cuando lo ratificó diciendo que las iba a ganar. Esta nueva dimensión de sus posiciones políticas, provocó un cambio sustancial en su apoyo popular. Machado, no solo es la dama de hierro que se opone al régimen, sino que puede ser un instrumento útil, eficaz y eficiente para salir de Maduro, de la única manera que aparece como viable para las grandes mayorías, que es con unas elecciones que demuestren que el régimen está en una minoría inapelable. Esa perspectiva de conquista del poder para un cambio ha sido determinante para que, a la fecha de hoy, el fenómeno político Machado, se convierta en el fenómeno electoral Machado. Las encuestas, efectivamente, lo estaban testimoniando desde hacía un tiempo y, desde hace algunas horas, también el fervor popular, como lo demostró una inusual y sorprendente gira por el estado Mérida.
Para volver a tomar prestados argumentos de la dialéctica, podemos decir que, en su caso, “la cantidad se está convirtiendo en calidad”. Dicho de otra manera: el fenómeno político que se convirtió en fenómeno electoral, puede igualmente convertirse en fenómeno social, si continua creciendo y adquiere la masa critica para dar ese salto cualitativo.
En esta contienda hay competidores muy respetables y que, en otras realidades de país, podrían perfectamente convertirse en buenos abanderados de la causa del cambio, pero no hay duda de que MCM es la que, al día de hoy, reúne las mejores condiciones para dar esta pelea.
Su historia de consecuencia y honestidad en el obrar político, son bases sobre la que puede construirse una esperanza nueva. Sobre sus posiciones ideológicas, sobre su accionar político y sobre su óptica para interpretar la realidad, es obvio que no hay unanimidad en el mundo opositor, pero, lo repetimos, esas son las contradicciones secundarias.
En este incendio debemos correr juntos y seguir a quien tiene la mejor pasibilidad de liderar la emergencia. Cuando el fuego se apague, nos podremos permitir discutir sobre lo humano, lo divino y sobre otras exquisiteces.